domingo, 3 de diciembre de 2017

Platón y la pasividad del pueblo ante la corrupción

En el mito de la caverna de Platón, se desarrolla, de manera alegórica, la experiencia de cautiverio en la que se encuentra sumido un grupo de hombres. Estos, atados a sus cadenas, solo pueden alcanzar a ver las sombras de los objetos que se hallan detrás de la pared a la que están encadenados. Uno de los prisioneros logra salir. En un primer momento, tiene dificultades para adaptarse a la nueva realidad que se le presenta. Pero pese a descubrir esta nueva realidad, el individuo se muestra reacio a aceptarla, puesto que siente que la caverna, que hasta el momento de su salida había sido su única realidad, es el lugar que le proporciona más seguridad. Una vez en el exterior, y aunque en un primer momento se ve deslumbrado por la luz del día, descubre la noche, los astros, los reflejos en el agua de los cuerpos, la flora, la fauna y, finalmente, es capaz de percibir el sol: causa de todo lo que puede ver.

Con esta alegoría, Platón alude al gran problema de la ignorancia que sufre la sociedad de su tiempo, la Atenas del siglo IV a. C. Para cuando Platón escribe, la democracia ateniense ya tiene poco que ver con el sistema que había instaurado Pericles años atrás. La democracia que se encuentra Platón es, más bien, un régimen despótico y corrupto que un sistema que tiende a medir a todos los ciudadanos por el mismo rasero y que promueve la igualdad entre estos. La crisis es, en gran parte, causa de la pasividad del pueblo ateniense para con la corrupción de sus gobernantes. Unos ciudadanos que hacen oídos sordos a los problemas políticos y que delegan cada vez más poder en unos oligarcas que son, en última instancia, los que acaban sumiendo a la ciudad del Pireo en la penosa situación que Platón denuncia.

Es posible establecer una analogía entre la sociedad ateniense de finales del siglo IV a. C y la sociedad española de nuestros días. No es descabellado afirmar que quienes nos gobiernan, al igual que los que gobernaban Atenas en el siglo IV a. C., ejercen su poder de manera autoritaria, y conciben el beneficio común como patrimonio propio. Al igual que los ciudadanos atenienses fueron los que permitieron que tales dirigentes se mantuviesen en el poder y que ejerciesen sobre aquellos un mal gobierno, hoy son casi ocho millones los que han decidido apoyar con su voto las prácticas delictivas de un partido que, por primera vez en la historia de nuestra democracia, ha sido imputado por casos de corrupción.

Si bien los culpables de la crisis que padecemos como estado son nuestros gobernantes, buena parte de la culpa la tienen aquellos que, por primera o por segunda vez, han decidido legitimar los cientos de casos de corrupción del partido al que votan. Estos ciudadanos, que son los que sufren al igual que muchos otros las políticas desastrosas de nuestro gobierno, son los mismos a los que Platón le gustaría que se despojasen de sus cadenas y encontrasen la luz en forma de —en nuestro caso— una alternativa política decente a las sombras, que ellos creen reales y con las que son conformes (el Partido Popular), que están votando.

1 comentario:

  1. Me llama mucho la atención la forma tan correcta y madura que tienes de escribir (he hecho una pequeña investigación para ver si lo habías pescado de alguna fuente de internet pero ha dado negativo). Claro, ordenado y preciso. Con un poco más de filosofía (Platón habla mucho de la corrupción en la República) y con conexiones más precisas (sacas a relucir el mito de la caverna pero no se entiende la relación entre este y la corrupción) te habría quedado redondo

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